Miradas
subrepticias aguadas por el uso
se
deslizan por la piel forastera
gestan
epígrafes
que se
incrustan
inamovibles
en un
pensamiento aglutinado
gastadas
las ropas
menguados
los pasos
suben y
bajan cuestas
aprendidas
de memoria
sus
contornos opacos
aprendieron
recodos
para
zigzaguear por el laberinto invisible
que
atesora el dogma
disfraza
el miedo
y
encubre el gozo
sus
voces son audibles
desde
todos los puntos cardinales
pero se
camuflan, indolentes
en el
secreto retenido
que no
tiene escapatoria y se confunde
con el
rumor del viento
con las
campanas de la iglesia
con la
piedra que cruje en la inclemencia
náufragos
de futuro
dopados
de tradiciones
se
aferran al madero de los hábitos
raigambre
absurda entretejida en mitos
maná de
la ignorancia heredado
por los
hijos
de los
hijos
de los
hijos
sin
embargo hay inocencia en el misterio
de sus
pasos afónicos y breves
en los
ojos nebulosos
en las
manos artríticas
en el
fondo del pozo de sus nocturnidades
vagabundean
ternuras reprimidas
sobreviviendo
igual que brotes frágiles
de
chopos quebrantados por el rayo
grises,
marchitas, nubladas, melancólicas
anónimas
esencias
conectadas
a un foco luminoso
donde
van a morir
indefectible
(y
necesariamente)
las
mariposas tristes.